mayo 3, 2024

LA HABANA. – Ni la brisa que viene del mar mitiga el calor soporífero en la capital de Cuba. Un caballero imperturbable, con una gorra desteñida de los Marlins y una remera acolchada remendada, desafía el calor, sentado en la pared del malecón con su caña de pescar. Del lado derecho del pescador hay una botella plástica de agua y del otro lado una lata de ron casero.

Tres chicas previsoras, probablemente después de trasnochar en un bar privado, sacan del bolso unas chanclas hawaianas y, con los tacones sobre los hombros, caminan hacia su casa. En ese momento los rayos del sol derriten el asfalto. Muy cerca, en una gasolinera conocida como la Tángana, ubicada en el Vedado habanero, una larga fila de autos espera para repostar.

El alboroto en la cola sube de tono. “Me pregunto hasta cuándo vamos a aguantar los cubanos tantos ‘maricones’. Esta gente (el régimen) no tiene la menor idea de cómo resolver la crisis. No es solo que falte combustible, es que no hay ni un pito. Uno no puede vivir de esta manera. Es culpa nuestra, por no ir al Palacio de la Revolución a protestar”, grita un conductor sentado sobre el capó de su auto.

Algunos asienten. Otro conductor se une y acusa a la policía y a los empleados de la gasolinera de prácticas corruptas. “Las aplicaciones y los mensajes de WhatsApp se inventan con el pretexto de eliminar las colas. Y así aprovechan para robar y vender gasolina a la izquierda. Aquí todo el mundo es ‘prestado’ (sobornado), desde los pisteros y el delegado municipal (funcionario del gobierno local) hasta la policía. Entonces te dicen que el camión de combustible no llegó o no ha llegado. Como si fuéramos comedores de mierda».

distancia policial

Dos policías parados en la esquina miran nerviosos el intento de protesta, pero no intervienen. La escena ya es común en cualquier lugar público de Cuba, ya sea en la cola de una panadería o farmacia, en la sala de urgencias de un hospital o en la parada del transporte urbano.

El descontento y la frustración ciudadana es un verdadero volcán en erupción. La revolución de Fidel Castro, que una vez deslumbró a la izquierda europea y latinoamericana, se ha hundido. El barco se hunde y las autoridades intentan maniobrar para no encallar.

Ha pasado mucho tiempo desde mayo de 1968 en París, cuando los jóvenes manifestantes portaban pancartas del Che Guevara y una legión de reconocidos intelectuales de medio mundo suplicaban una cita para conversar con el comandante en La Habana.

De aquella «gloriosa revolución, más verde que las palmeras», que prometió justicia social, vivienda digna para todos los cubanos y un sistema social «de los humildes, por los humildes y para los humildes», sólo quedan viejos discursos y promesas incumplidas.

Muy pocos cubanos creen ya esa historia. La casta militar gobierna sin escuchar las demandas del pueblo. Se ha convertido en una oligarquía, que junto a sus familias residen en las viejas casonas confiscadas a la burguesía nacional, en zonas exclusivas de La Habana. No tienen carencias materiales y han elaborado un esquema de corrupción que beneficia a sus familiares y compadres.

La revolución cubana, que Fidel Castro prometió sería un proceso democrático con elecciones libres y libertades políticas, apenas dos años después de su llegada al poder, se convirtió en una dictadura comunista. Se cerraron periódicos, se demonizaron las creencias religiosas y se expropiaron grandes, medianas y pequeñas empresas privadas.

Díaz-Canel presume

Sesenta y cuatro años después, a pesar del notorio fracaso económico y la pérdida de credibilidad política entre la ciudadanía, el gobernante Miguel Díaz-Canel, designado personalmente por Raúl Castro para administrar el país, se jacta orgulloso de seguir con los disparates.

Cada año que pasa aumentan las deserciones en las antiguas filas revolucionarias. Ni siquiera sus aparentes seguidores creen en la narrativa oficial. Es un juego de espejos. El modelo político que rige en Cuba beneficia, siempre que aplaudan y cumplan las reglas del juego decretadas por el gobierno, a un segmento de burócratas, enchufados y directivos de importantes empresas.

Incluso muchos que no creen en la estructura económica parasitaria se han enriquecido gracias al descontrol y la proliferación de carteles mafiosos en las instituciones del país. Ocupar una posición política intermedia significa conseguir cajas de pollo y comida gratis oa precio de ganga; dólares de dieta en viajes al extranjero, un automóvil con chofer y un salto cuántico en los niveles de vida.

Es un trato fácil y beneficioso. A cambio de vivir sin incidentes, los dirigentes aprenden de una carretilla tres o cuatro frases de Fidel Castro, memorizan consignas partidistas y repiten arengas sobre conquistas sociales. No es necesario tener un alto nivel cultural o académico.

Muchos ni siquiera han leído los manuales de marxismo ni conocen a fondo la historia de Cuba. Innecesario. Lo esencial es estar dentro o muy cerca del equipo que detenta el poder. Usar guayaberas blancas en actos oficiales. En su vida privada, calzan zapatillas Nike de última generación y navegan por internet con un iPhone 14 Pro Max.

cero demagogia

La casta política en Cuba definitivamente está fascinada por los últimos avances tecnológicos en los Estados Unidos y el ‘capitalismo occidental brutal’. Por eso la gastada narrativa del régimen ya no se cuela entre los cubanos de a pie.

La oposición en la isla, hostigada y obligada a emigrar, es mínima y no tiene poder de convocatoria. Los nuevos disidentes son cubanos de a pie que han perdido el miedo y se quejan a gritos.

Protestar contra el gobierno ya no es un pasatiempo en las redes sociales. En un día cualquiera se pueden contabilizar decenas de protestas y denuncias ciudadanas, en cualquier provincia. Según el último informe mensual del Observatorio de Conflictos de Cuba, en la isla se documentaron 711 manifestaciones públicas. 423, más de la mitad, se basaron en motivaciones económicas y sociales.

La protesta en Caimanera es una alerta para los operadores políticos del castrismo. Caimanera no es un municipio cualquiera. Es un pueblo cautivo con un estricto control militar y el lugar con una gran cantidad de minas terrestres y acuáticas.

El argumento de las autoridades de que «tres borrachos» iniciaron la protesta es un insulto a la inteligencia. Y ha provocado una ola de suspicacias y memes en las redes sociales. Hablando en serio. Si tres tipos borrachos en una esquina son capaces de movilizar a cientos de personas, entonces el régimen debería tomar nota e implementar una ley seca. Porque beber ron o cerveza en Cuba es casi un deporte nacional.

ESPECIAL

@DesdeLaHabana


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