mayo 25, 2024

La UE quiere revivir su relación política y económica con Turquía en un intento por impulsar la estabilidad regional, a pesar de una profunda brecha entre las políticas exteriores de Bruselas y Ankara y el estancamiento de las conversaciones de membresía en la UE.

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Una mayor cooperación con Turquía en materia de comercio, energía, transporte y gestión de la migración se encuentran entre las recomendaciones reveladas el miércoles por la Comisión Europea.

Puede que las dos partes no estén de acuerdo en muchos temas, dijo a los periodistas Olivér Várhelyi, comisario de Vecindad y Ampliación del bloque, pero «hay más cosas que nos unen que lo que nos divide».

«Está claro que ha habido dificultades en el pasado, como la dinámica en el Mediterráneo oriental, las relaciones bilaterales con algunos de nuestros Estados miembros y los irritantes comerciales», afirmó por su parte el máximo diplomático del bloque, Josep Borrell.

«Pero hemos visto una actitud más constructiva en estos puntos», añadió, «aunque todavía hay cuestiones abiertas que debemos abordar juntos, y ciertamente esto incluye, en una posición relevante, la cuestión de Chipre».

Entre los nuevos compromisos se encuentran nuevas inversiones verdes y digitales, nuevos esfuerzos para facilitar las solicitudes de visas, el restablecimiento de diálogos de alto nivel sobre economía, energía, transporte, clima y salud, así como un nuevo diálogo de alto nivel sobre comercio destinado a abordar llamados «irritantes comerciales».

El bloque también reanudará las negociaciones sobre una unión aduanera modernizada entre la UE y Turquía, siempre que Ankara apoye los esfuerzos para acabar con la evasión de las sanciones europeas contra Rusia.

Colaboración en la gestión de la migración, un aspecto clave Las relaciones UE-Turquía desde la llamada Declaración UE-Turquía de 2016 también se intensificarán para prevenir salidas irregulares, fortalecer el control fronterizo y combatir el tráfico de personas.

El compromiso sería «progresivo, proporcionado y reversible», dijo Borrell, en un guiño al enfoque cauteloso del bloque.

Las relaciones entre Bruselas y Ankara han estado plagadas de dificultades desde que se iniciaron las conversaciones oficiales sobre la adhesión de Turquía al bloque en octubre de 2005.

El principal obstáculo ha sido la falta de mediar una solución de la cuestión de Chipre y la continua negativa de Turquía a reconocer a la República de Chipre. La disputa ha frenado cualquier esfuerzo por profundizar la cooperación en defensa, a pesar de que Turquía es miembro de la alianza de la OTAN.

Las disputas marítimas greco-turcas y las pasadas actividades de perforación de Ankara en aguas en disputa también han añadido más leña al fuego. Los devastadores terremotos ocurridos en el sur y el centro de Turquía en febrero hicieron que las relaciones mejoraran rápidamente, con una marcada disminución de las violaciones del espacio aéreo griego.

El bloque también ha criticado ferozmente el retroceso democrático en Turquía, particularmente desde finales de 2016, cuando el presidente Recep Tayyip Erdoğan tomó las primeras medidas drásticas para fortalecer su control del poder después de un intento de golpe contra su gobierno.

A pesar de que Erdoğan designó lo que se considera un gabinete amigo de Occidente tras su victoria electoral En mayo pasado, las relaciones entre Bruselas y Ankara siguen siendo tensas.

En un informe condenatorio sobre el progreso de Turquía hacia la adhesión a la UE publicado a principios de este mes, la Comisión Europea denunció “graves deficiencias” en las instituciones democráticas de Turquía, así como un persistente “retroceso democrático”. También denuncia la falta de avances en la reforma del poder judicial y la defensa de la libertad de expresión.

Falta de alineación en política exterior

El informe también destacó profundas divisiones en las políticas exteriores de ambas partes, con una tasa de alineación de sólo el 10% en 2023, frente al 8% en 2022, según el ejecutivo de la UE.

Estas divisiones se han vuelto cada vez más evidentes en medio del conflicto en el Medio Oriente. A finales de octubre, Erdoğan canceló una visita prevista a Israel y dijo legisladores de su partido que Hamás “no es una organización terrorista, sino un grupo de liberación, un grupo muyahidín que lucha por proteger sus tierras y sus ciudadanos”.

La Comisión respondió criticando al gobierno de Erdoğan por su “apoyo al grupo terrorista Hamás tras su ataque contra Israel”, diciendo que la retórica estaba “en completo desacuerdo con el enfoque de la UE”.

El miércoles, Borrell explicó: «Para nosotros, Hamás sigue siendo una organización terrorista […] Turquía tiene un enfoque diferente y al mismo tiempo es algo coherente con su posición con el mundo musulmán».

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«Ciertamente no hay un alto nivel de alineación en nuestra política exterior con Turquía y queremos organizar nuestros intercambios sobre política exterior para que sean más eficaces y operativos», añadió Borrell.

A pesar de alinearse con la condena de la UE a la invasión rusa de Ucrania, Turquía ha optado por no sumarse a las sanciones encabezadas por Occidente en un intento por mantener sus vínculos con Moscú. Ankara también se enfrenta a un escrutinio cada vez mayor por facilitar potencialmente evasión de sancionesen medio de un aumento en las exportaciones de bienes críticos a Rusia.

Borrell dijo que el bloque tenía «claro» que esperaba que Ankara siguiera colaborando con sus socios europeos y occidentales para tomar medidas drásticas contra la elusión de las sanciones a fin de beneficiarse de una cooperación económica más estrecha.

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