mayo 17, 2024

A Lucas Riback le gustaba cocinar.

Sin embargo, cuenta que una tarde de julio en la sede de El Diario, su padre no lo dejó. Por eso, cuando le preguntan por qué empezó a hacer cerveza, responde que tuvo que dedicarse a “tomar”.

La cervecería «tiene sus orígenes en un pasatiempo», dice. Y empezó así: de “manera aficionada” y dándose un don, como dicen, para compartir con su familia, con sus amigos, más allá de haber cursado un diplomado a distancia en la Universidad de Alicante, España.

“Al principio no lo vi como un proyecto para el futuro, que iba a poder comercializar el producto que estaba haciendo”, dice.

Al principio fueron sus cervezas en la mesa de su familia. “En ese momento debieron ser un desastre. Pero con el tiempo, gracias a Dios fueron evolucionando”, se ríe.

Los inicios están fechados: 2011. Unos años más tarde, entre 2015 y 2017, se producirá el boom de las cervezas artesanales y le servirá para “ponerse en marcha”: encontrar la vena comercial.

La primera fábrica de Bialystok, una cervecería que diseñó Riback y en la que él es el cervecero a cargo de la producción, se instaló en Las Varillas, ciudad de la provincia oriental, en 2017.

Luego, “por estrategia, pero también por gusto personal”, lo trasladaron a Villa María: está ubicado en la colectora vial.

La mudanza se hizo en marzo de 2020 y no tenía ni idea de que la pandemia iba a ser lo que era: un clima cruel e inclemente que lo obligó a cerrar el bar de la fábrica. Ahora, le dice, está pensando en reabrir el bar, temporalmente, para ver cómo funciona y cómo responde la gente.

Lucas Riback también era alguien que, como todo el mundo, bebía cervezas industriales; algunos de los cuales todavía le gustan y consume.

Con el auge de las cervecerías artesanales, dice, algunas marcas se han hecho un nombre. “Ayudaron mucho al joven, el tipo que quería hacer en su casa”, destaca. Y, como ejemplo, añade: “Antares tenía las puertas abiertas para que uno se reuniera en sus bares, para compartir con otros que hacían lo mismo e incluso para cocinar en sus propios bares”.

Bialystok es, destaca Riback, una “empresa familiar” que recientemente participó en la octava edición de la Copa Argentina de Cervezas, que se llevó a cabo en Buenos Aires y en la que participaron más de 200 cervecerías y en la que se enviaron más de 700 muestras.

“Hay muchas competencias que básicamente tienen dos funciones”, explica. Una es presentar muestras para que los expertos puedan evaluarlas y recibir devoluciones que te permitan «ajustar» los productos que fabricas. La otra función, en realidad, es una posibilidad: la de exponerse, la de hacer marketing. “Uno, al obtener una medalla, certifica que lo que está haciendo es un producto de calidad”.

Bialystok, aunque estuvo inscrito en varias categorías, fueron reconocidos con una Medalla de Bronce en el estilo Neipa -que está en auge- y con una Medalla de Plata en Pilsen -estilo clásico, europeo, “al que la gente está más acostumbrada”-.

Respecto a los premios, Riback dice: “Empecé a hacer cerveza porque me gusta hacerlo. Entonces, tener estos reconocimientos te da un poco de orgullo, alegría; Es como si te empujara todo el tiempo a querer mejorar».

¿Una moda?

Riback no habla de moda, dice que no es la palabra adecuada. En cambio, explica: “Creo que hubo un cambio en el gusto de la gente, una atracción por lo culinario, por descubrir cosas nuevas, y dentro de lo culinario está la cerveza”.

Y añade: “Lo veo como una tendencia, un cambio. También puede ver ahora que hay muchas cervecerías industriales que elaboran estilos de cerveza que se hicieron visibles gracias a las cervecerías artesanales”.

El empresario también señala que hay alrededor de ocho cervecerías en la ciudad y destaca la «solidaridad y camaradería» entre todas ellas.

“Lo más constructivo, referente a la mejora de la calidad de los productos, fue el hecho de reunirnos con cerveceros, compartir experiencias y conocimientos, más que capacitaciones”, dice.

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