mayo 26, 2024

Quizás se convierta en un caso de estudio para los politólogos de todo el mundo, acostumbrados al hecho de que los partidos gobernantes siempre pierden cuando la economía va mal y, en particular, cuando se producen picos de inflación elevados. En Argentina, en cambio, las elecciones provinciales están demostrando que aún con una inflación mensual superior al 8% es posible persuadir a los votantes.

Es más: las victorias fueron más cómodas de lo esperado, y se produjeron tras campañas en las que la oposición había elegido el tema de la subida de precios como «caballo de batalla».

El fenómeno sorprende a los analistas: hoy la inflación pronosticada por la encuesta REM es de 120% anual, el doble de lo que había proyectado el ministro Sergio Massa. En otro país, ese solo dato podría implicar una derrota segura.

Sin embargo, en Argentina siempre aparecen peculiaridades. Por ahora, los gobernadores peronistas que discutieron con el ministro las situaciones internas de sus provincias les dieron un diagnostico diferente de lo que suelen hacer los politólogos: persiste una cierta tolerancia social a la inflación, siempre que se cumplan ciertas condiciones. Principalmente, que se mantenga la estabilidad del empleo, que no se produzca un enfriamiento repentino de la actividad productiva y, por supuesto, que haya calma en el frente del dólar.

Por ello, no es un hecho menor que los triunfos provinciales más resonantes, como los de La Rioja y Saltahaber ocurrido justo después de que Massa hubiera logrado sofocar la corrida de divisas que en tan solo dos semanas de abril empujó al dólar blue en un 25%.

Esta situación confirmó lo que, desde hace mucho tiempo, todos los peronistas han tenido claro: la otra cara de la tolerancia a la inflación es la intolerancia absoluta a la volatilidad del tipo de cambio.y por ello la prioridad de la política económica pasó a ser la estabilización del dólar hasta las elecciones, con medidas de emergencia como la la ayuda financiera del FMI y el canje de divisas con China.

Es algo que a los veteranos les recuerda otros momentos de la historia reciente, como la campaña de 2011, en la que también hubo una inflación más alta que en el resto de la región, pero el contexto era de estricto control cambiario, desempleo en descenso. y altos niveles de consumo.

El gobernador Sáenz fue reelegido en Salta con el 47% de los votos, tras una campaña en la que la oposición machacó el tema de la alta inflación

El gobernador peronista Gustavo Sáenz fue reelegido en Salta con el 47% de los votos, tras una campaña en la que la oposición machacó el tema de la alta inflación

Desempolvando la receta de los «días felices»

Lo cierto es que las lecciones de aquellos años están siendo releídas e interpretadas estos días por los estrategas del peronismo. Hace una década, estaba claro que el mayor trauma social no era la hiperinflación de los 80, sino el hiperdesempleo que dejó la crisis de 2001. Por ello, los analistas coincidieron en que cualquier candidato que planteara algo similar a un ajuste tradicional sería inmediatamente rechazado por el electorado. La inflación podría ser tolerada siempre que hubiera trabajo y que los salarios se mantuvieran a la altura de los aumentos.

A partir de ese momento, hubo frases como esta de Hugo Moyano: “Prefiero esta inflación antes que la deflación de los noventa, cuando se cerraban establecimientos o se perdían fuentes de trabajo constantemente”.

Era evidencia de que la inflación se consideraba un «mal menor» que podía aceptarse si el empleo y el consumo aumentaban. Como dirían los economistas, había consenso sobre la «curva de Philips» que establece una relación inversa entre la inflación y el desempleo.

Ahora también se observan cifras relativamente satisfactorias en el ámbito laboral. Como se encargan de machacar los discursos de los funcionarios: con el 6,3% de la población económicamente activa, el desempleo está en uno de sus niveles más bajos en décadas.

Sin embargo, esa cifra tiene su «letra pequeña»: La creación de empleo en el sector privado en relación de dependencia es baja, mientras que la mayoría de los mejora laboral se produjo en el trabajo por cuenta propia de los monotributistas o en el sector informal. De hecho, ya hay 3,5 millones de trabajadores «no asalariados».

“La renta de los argentinos va hacia una zona de pérdidas muy grande. Las paridades ya no son un espejo de nuestro clima social. Hay muchas personas no registradas e informales que no llegan a fin de mes. Además de los registrados formalmente como asalariados hay una parte que también es pobre”, afirma Damián di Pace, director de la consultora Focus Market.

Y ese es el «dedo en la llaga» de la estrategia electoral peronista 2023: aún con un esquema de paridad que busca compensar la inflación con revisiones casi mensuales, hay un vasto sector que históricamente formó parte del electorado peronista con que es difícil establecer conexión.

es lo que lleva a los referentes kirchneristas son…

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