junio 17, 2024

De joven, Ana Marvez nunca imaginó que su formación en música clásica le daría tanta felicidad ya que se dedicó a enseñar música a menores lejos de su hogar.

Mientras ella crecía, un programa de educación musical muy popular llamado El sistema. Esta profesora de música y directora de coro de 36 años dejó su país hace siete años en busca de una vida mejor en Chile.

Uno de los aspectos más complejos de tener que salir de tu país es renunciar a tu profesión“, Dice. “Pero me considero un privilegiado de poder trabajar ahora en lo que más amo en la vida: la música”.

Ana Marvez, una profesora de música y directora de coro de 36 años, dejó su país hace siete años en busca de una vida mejor en Santiago de Chile.

Cuando descubrió que muchos músicos venezolanos se encontraban en la misma situación, decidió poner este impresionante capital humano al servicio de la comunidad a través de la Fundación Música para la Integración, un grupo integrado en su mayoría por personas refugiadas y migrantes de Venezuela, pero que también incluye chilenos y otros miembros de Colombia, Perú y Cuba.

Un sueño hecho realidad

“Es un sueño que se ha hecho realidad; Hace cinco años encontré 30 músicos, ahora somos 400”, recuerda sentada en su oficina en la nueva sede de la Fundación en Santiago, la capital de Chile.

Ana Marvez, de 36 años, enseña música a niños y niñas en Santiago de Chile.

Ana es una de los 7,1 millones de migrantes y refugiados de Venezuela en el mundo, de los cuales unos 450.000 se han radicado en Chile desde 2016. Desde niña le fascina la música y valora la forma en que las personas se conectan con ella. entre sí a través de la música y la forma en que aprenden y desarrollan su personalidad.

«La música es una buena manera de integrarse porque no se detiene cuando las cosas se complican.. El arte siempre puede ser un motor de desarrollo social, cultural y económico”, apunta.

La inclusión temprana de migrantes y refugiados, incluida la inclusión en la vida social y cultural de las comunidades de acogida, es crucial para el éxito a largo plazo de las políticas de integración. Reconocer las capacidades de los migrantes y diseñar políticas y medidas que empoderen a los recién llegados para que hagan valer sus perspectivas y su cultura puede ayudar a promover la cohesión social y aprovechar la innovación.

El Sistema Nacional de Orquestas y Coros de Niños, Niñas y Jóvenes de Venezuela, conocido como “El sistema”, es uno de los programas de educación musical más prestigiosos del mundo. Ha brindado educación musical gratuita a más de un millón de niños y niñas en Venezuelacon una red de orquestas que producen músicos profesionales de clase mundial, muchos de los cuales ahora viven en el extranjero.

Niños y niñas de Venezuela toman clases de música en la Fundación Música para la Integración en Chile.

5000 kilómetros con la viola a la espalda

La mayoría de los músicos que actúan en la Fundación tienen trabajos no relacionados con la música, como meseros, niñeros, dependientes de tiendas, y comparten historias comunes de sus luchas en las calles de Santiago antes de que sus talentos los unieran.

Rodrigo Rodríguez tiene 27 años, toca la viola y es hijo de músicos. Solía ​​tocar en una orquesta. El sistema en la localidad venezolana de Apure, y llegó a Chile en 2019. Hizo el recorrido de 5000 km a pie, con la viola a la espaldasin intención de separarse de su amado instrumento ni por un instante por temor a que se lo robaran.

Se las arregló para sobrevivir y obtener ingresos jugando en las estaciones de metro y trabajando como guía turístico, antes de tropezar con la Fundación. Explicó que como la música que tocaba en las estaciones de metro era realmente muy atractiva, muchas personas hacia las que caminaba se detenían a escucharlo.

La gente que me escuchaba realmente apreciaba lo que tocaba.recibió un aplauso muy entusiasta, además de monedas y billetes que fueron depositados en la caja donde guardo la viola”, dice Rodrigo al recordar sus primeros días en Chile.

Rodrigo Rodríguez cargó su viola a la espalda durante su viaje de 5.000 km a pie hasta Chile en 2019.

cálida bienvenida

Rodrigo enfatizó que las prácticas orquestales de El sistema, cuyo método enfatiza el trabajo duro, la perseverancia y la disciplina, lo prepararon para superar los desafíos que la vida le presentó, especialmente los relacionados con la migración, y que pudo redescubrir el placer de la música que está en el centro de su identidad.

“Estar en la orquesta es volver a sentirme músico. No hay momento más feliz en mi vida cotidiana que cuando estoy haciendo lo que más me gusta hacer”, dice.

Rodrigo también siente un gran agradecimiento porque su formación le permite ganar dinero y mantener a sus padres y hermana que se han quedado en Venezuela.

Otros han afirmado que la música les ha dado las habilidades necesarias para enfrentar sus difíciles viajes migratorios y les ha dotado de un sentido de identidad para poder trascender los desafíos materiales, sociales y emocionales de la migración, así como un sentido personal de integridad.

“Hemos sido recibidos muy calurosamente aquí; Los chilenos nos han mostrado muchos valores humanos, como acogernos y ser solidarios. A cambio les damos nuestra música y talento como una forma de agradecimiento”, dice Rodrigo mientras habla en una de las aulas de la Fundación, un lugar que según él “se ha convertido en una de nuestras casas”.

Mientras Ana Marvez crecía, un programa de educación musical muy popular llamado El Sistema florecía en Venezuela.  Fundó la Fundación Música para la Integración en Chile.

Esta historia fue escrita por Gema Cortés, de la Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación de Venezuela.

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