mayo 27, 2024

Olvidando, aunque sea por un momento, la difícil condición de ser un prisionero. Ese es el objetivo de este taller de danza organizado por Catarina Câmara.

Dos veces por semana, la capilla de la prisión de Linhó, cerca de Lisboa, se convierte en un espacio donde se anima a los reclusos a expresar sus emociones a través de la danza.

Dentro de esta prisión de alta seguridad, seis reclusos se mueven con gracia en una serie de pasos de baile improvisados, agarrando accesorios y siguiendo el ritmo de la música.

Afuera, los altos muros están revestidos con alambre de púas y un altavoz grita instrucciones para los prisioneros.

Cambiando la mentalidad

“Bailar en la cárcel es un acto subversivo. Es un gesto de rebeldía, pero de rebeldía constructiva. No es hacer mucho ruido”, explica Catarina Câmara, bailarina y coreógrafa del taller.

Ella espera que las clases, parte de un proyecto de baile social que comenzó en abril de 2019, puedan ayudar a cambiar la mentalidad de algunos de los jóvenes presos.

Según Câmara, el feedback ha sido muy positivo: «Los internos, mientras bailan, sienten algo especial en ellos. Y es eso lo que nos permite entender qué es lo que está arraigado en ellos. Eso es lo que yo llamo desorganización creativa», dice. .

Una especie de escape

El taller no solo prepara a los internos para la reinserción social, sino que también les permite distraerse de sus problemas, una especie de escape.

«Cuando vienes aquí es como si ya no estuvieras en la cárcel. Te sientes como si estuvieras con la gente en la calle, te sientes libre y cuando te pones a bailar te olvidas de que estás preso», dice Manuel Antunes, un Recluso de la prisión de Linhó.

Fábio Tavares, otro recluso y participante también elogió la iniciativa: «Con la danza, le damos más valor a la vida, le damos más valor al otro. Aprendes a respetar a los demás, a protegerte de las emociones negativas y a deshacerte de ellas porque son estas emociones negativas las que me lastiman a mí y a los que me rodean. ¡Aprendes mucho, créeme!

El proyecto involucra a una docena de los 500 reclusos de la prisión de Linhó, donde están encarcelados principalmente hombres jóvenes con sentencias severas.

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