abril 24, 2024

En 2015, Tania Ferrato, de 39 años, presentó una propuesta para enseñar lengua de señas en la Tecnoteca, donde trabaja. “Como espacio público me pareció muy valioso que la gente acceda a esta forma de comunicación”, escribe pulcramente en un archivo de Word que le envía a un periodista de El Diario.

Luego, dice: “Con el tiempo, la propuesta se fue extendiendo y mucha gente vino a apuntarse y aprender”.

Ella, nacida en Puerto Madryn, Chubut, vive en Villa María -de donde son sus padres, quienes vivieron en el sur durante casi una década- desde los 8 años y estará a cargo de dictar, entre el 11 de abril y el 11 de noviembre. , de manera presencial, el curso «Lengua de Señas Argentina: Nivel 1», iniciativa que se agotó en un par de horas cuando se lanzó.

Ferrato nació con discapacidad auditiva. “Aprendí a comunicarme oralmente desde que era pequeño. A su vez, ella asistió a una escuela para sordos y se integró a la escuela común”, escribe. Y agrega: “O sea, siempre interactué con niños sordos e hipoacúsicos y con personas oyentes. Y poco a poco fui aprendiendo la lengua de señas. Hace unos años la perfeccioné en cursos de la UNVM y en el 2021 me gradué como Técnico Universitario en Lengua de Señas en la Universidad de Entre Ríos (UNER)”.

El taller, explica más adelante, se desarrolla en tres niveles educativos -durante tres años- y aborda diferentes temas: abecedario manual, números, meses, datos personales, oficios, profesiones, provincias, etc.

Las clases -que comienzan el 11 de abril- son de dos horas semanales para el primer nivel -y de dos horas cada 15 días para el segundo y tercero-. “Son propuestas prácticas para el aprendizaje de la lengua de señas y luego les mando videos de apoyo a los alumnos para reforzar lo hecho en clase”, describe.

Interesados ​​de diferentes campos.

Respecto a los inscritos para el curso que inicia este mes, señala que los alumnos tienen entre 18 y 65 años, y precisa que provienen de distintas áreas. En ese sentido, comenta que hay personas vinculadas a los establecimientos educativos -como docentes, psicopedagogos y psicólogas-, empleados públicos, bomberos y personas de la comunidad en general.

“Hay un mayor interés por aprender y eso se evidencia, entre otros aspectos, en que la gente viene temprano a la Tecnoteca a consultar para saber cuándo empiezan las inscripciones y se agota el cupo en un día”, escribe. Y agrega: “Esto es muy valioso, porque significa que se ha creado una mayor conciencia sobre la importancia de poder comunicarse con las personas sordas. Poco a poco la sociedad va entendiendo que las personas sordas tienen la necesidad y el derecho de poder comunicarse con su lengua en diferentes escenarios: cuando van al médico, a hacer un papeleo, en la escuela, en su vida diaria”.

El escenario actual

Sobre lo que ocurre actualmente, Ferrato dice que a pesar de que hoy se les reconoce como «personas con derecho a que se conozca y difunda su lengua», hay «un largo camino por recorrer». En esa dirección, se refiere a lo que sucede con los espacios públicos -como hospitales, juzgados, bancos, escuelas y municipios- donde “no hay gente capacitada para comunicar”.

“Es una limitación muy grande para todos nosotros”, dice. Y apunta: “Estamos en un proceso de reconocimiento. La accesibilidad implica mucho más y tiene que ver con actuaciones en diferentes espacios públicos y privados”.

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